No es una medida intencionada. Realmente me siento cómoda en esa distancia. No busco retos a la hora de escribir, sino poder expresarme lo mejor posible. Si alguna vez he escrito por encargo algún cuento más largo no me he quedado del todo satisfecha con el resultado. Creo que cada uno tiene su propia medida, igual que uno tiene su ritmo cardiaco.
2. Tu primer libro, La novia parapente (Xordica, 2002), constaba de diecisiete relatos, diecisiete historias de mujeres al borde de algún precipicio, a punto de meterse o salir de un fuerte cambio al que se enfrentaban con ironía, lucidez y un punto de cinismo. Casi todas narradas en primera persona, ¿cómo definirías a las mujeres de tus relatos, desde un punto vital pero también literario, como personajes?
Mis personajes, tanto hombres como mujeres, siempre están al borde de un precipicio, o sobre una cuerda floja intentando mantener el equilibrio sobre el vacío. Te puedes pasar la vida en esa situación de inestabilidad constante. Mis personajes femeninos son una mezcla de Ally McBeal, Escarlata O´Hara, Madame Bovary, Mae West y mujeres reales de mi familia y mi entorno.
3. Si bien tus relatos son muy breves, tu estilo de frases muy cortas y narrativas, que denotan movimiento y acción, y en las que ocurren tantas cosas, hace que uno se vea atrapado en una especie de vértigo de sucesos y crea una especial dinámica interna del tiempo del relato: breve, pero que hay que leer con atención. Cheever decía que casi todos sus relatos estaban escritos en dos o tres días. ¿Puedes contarnos cuál es el proceso y la técnica con la que afrontas la escritura de los tuyos?
Normalmente los escribo de un tirón, cuando ya llevan un tiempo rondando en mi cabeza. Los días siguientes los voy corrigiendo. Quito cosas la mayoría de las veces, y una vez terminados no les doy más vueltas. Hace unos días descubrí en mi ordenador un cuento que escribí una noche del pasado diciembre del cual me había olvidado por completo. Es un cuento muy triste y quizás por eso lo había arrinconado en mi memoria.
4. Hay un humor evidente en personajes por los que a veces pasan los mayores desastres sin que apenas se inmuten, como en Londres o Carmele, a la manera de Buster Keaton en sus películas, con cierta cara de palo, aceptando lo que pueda ocurrir, y aceptando que todo puede ocurrir, y de ese contraste nacen situaciones hilarantes, pero de un humor muy amargo.
Todo puede ocurrir. Las cosas tan pronto salen bien como salen mal. Puedes recibir una mala noticia mientras cenas en un retaurante elegante y seguir cenando sin perder la compostura, y el sentido del humor (que me sale negro porque soy monegrina, pero que también tiene que ver con la cara de palo de Buster Keaton y los equilibrismos de Harold Lloyd) actúa como una especie de pasarela entre los extremos. Me habrían dado varios ataques al corazón si en un momento dado el humor no hubiese venido en mi auxilio.
5. ¿Puedes hablarnos de tus autores preferidos de relato corto, y cuáles han influido más en el origen y formación de tu obra?
Me gusta mucho Natalia Ginzburg, Isak Dinesen, Irene Nemirovski, Katherine Mansfield, y por supuesto Chejov. Aunque el origen de mi literatura es muy mestizo, porque también el cine ha influido mucho en mi forma de ver el mundo.
6. Escoge uno de tus relatos preferidos, por el motivo que sea, de tu libro: analízalo, cuéntanos cómo lo creaste, cuánto te llevó, háblanos de él cuanto quieras.
Es difícil elegir. La novia parapente es quizás uno de mis preferidos porque da título al libro. Lo escribí como si todo eso me hubiese sucedido realmente cuando yo nunca me he casado y mi padre llevaba muerto muchos años. Me inspiré en la boda de una amiga a la que asistí y en las bodas de oro de mis abuelos. Cuando lo estaba escribiendo sudé tanto como el personaje.
7. En el relato La novia parapente hay un fragmento: "El cura habla y habla y sólo soy capaz de hilar palabras sueltas: el amor, la comprensión, compartir, y todas esas milongas de las que los curas, obviamente, no pueden saber nada". Tus personajes, como el cura, chocan con la realidad y no llegan a entenderla. Entresacan gestos, actitudes, palabras sueltas, noches de sexo, placeres determinados, pero son incapaces de tomar determinadas decisiones, como por ejemplo en el final de Un muerto bajito, en el que la mujer espera que llame su amante aunque ella misma no sepa si se atreverá a aceptar o no la aventura. Esto coloca a tus personajes en una tragicómica actitud cercana a la literatura del absurdo. ¿Qué piensas al respecto?
Quizás sí.
8. En 2006 publicaste, también en Xordica, tu segundo libro de relatos, Dirección noche. ¿Qué cambios o evolución destacarías respecto al primer libro?
Es un libro más sombrío. Lo escribí en unas circunstancias personales tristes y complicadas. Hay menos desparpajo y menos maldad, pero es que hace falta cierta dosis de energía e inocencia para ser mala y malvada.
9. En Dirección noche hay un intento de abrir los narradores y la temática de tus relatos hacia otras perspectivas -relaciones maternales en Apotheke, o narradores masculinos como en Camarero- pero siguen predominando fuertemente las relaciones de pareja, que ves como una cruenta guerra entre insectos, ¡o arañas!, muy agresivos. Dado que este volumen incluye 24 relatos, ¿te resulta problemática la búsqueda de argumentos? ¿Te interesa el ensayar otras extensiones, otros temas?
No suelo buscar los argumentos. Hay época de sequía y épocas de abundancia en que me rondan hasta que les hago caso. A veces los dejo escapar, por pereza o por indulgencia. Pero no es algo que me preocupe demasiado. Las relaciones de pareja no las veo como una lucha de sexos, al contrario, veo igual de desvalidos y frágiles a los hombres y a las mujeres. Igual de ridículos y divertidos. Y todos en el mismo barco.
10. También me ha parecido ver en este segundo volumen una mayor melancolía, tus personajes no son tan cínicos, hay atisbos incluso de expresión de sentimientos, mientras las mujeres de La novia parapente eran muchas veces deliciosas mujeres fatales, con algo de perverso en su crudo análisis de las relaciones, como en la estupenda revisión nabokoviana, Alumna particular.
Como ya he dicho antes, en este libro hay más tristeza y pesadumbre. La vida se ve incluso más quebradiza. Mientras lo escribía, mi hermana estaba muy enferma, y aunque nunca se pierde la esperanza, se preveía un desenlace fatal. Así que todo eso se nota en el libro. También dedico más atención a la figura de la madre. Es un segundo libro, escrito con más consciencia, para bien y para mal.
11. Destácanos algunos libros de relatos de este comienzo de milenio que te parezcan sobresalientes.
El fumador pasivo de Daniel Gascón. La chica sobre la nevera de Etgar Keret. 300 días de sol de Ismael Grasa.
12. Háblanos de algún relato que en un momento de tu vida te perturbara o impresionara por algún motivo especial, con el que vivieras una de esas epifanías que tanto nos gustan a los escritores.
Cuando era pequeña, mi abuela solía recitarme un poema truculento atribuído a Espronceda que se titula Desesperación: Me gusta ver el cielo con negros nubarrones y oir los aquilones horrísonos bramar... En la adolescencia me impresionaron mucho los cuentos de Edgar Allan Poe. Me acuerdo sobre todo de El pozo y el péndulo.
13. Una cuentista innata como tú, ¿cómo afronta esta feria literaria en la que la novela ocupa casi todas las atracciones?
Creo que el cuento cada vez ocupa más espacio en el panorama literario. Aun así, a mí los editores suelen preguntarme si estoy escribiendo alguna novela. Está claro que si un autor quiere hacer carrera literaria tiene que pasar por la novela, porque es lo que demanda el mercado. Pero también creo que cada escritor tiene su propia evolución. No soy partidaria de forzar la máquina por presiones exteriores. El material literario es como una película de alta sensibilidad que hay que manejar con cuidado a la hora del revelado.
14. Como en La ruta natural, ¿es el matrimonio y el adulterio un palíndromo inevitable en tus historias?
Tanto matrimonio como adulterio me parecen palabras antipáticas. Son conceptos un poco desfasados. Yo creo en el amor y en las personas.
15. También eres fotógrafa. Has fotografiado a muchos escritores para trabajos editoriales. ¿De qué modo te ha influido ese otro arte en tu trabajo literario? ¿A qué fotógrafo te recuerdan tus relatos?
La fotografía es una parte importante de mi vida, como lo es el cine o la publicidad. Cuando era muy joven me habría gustado rodar anuncios porque en ellos se pueden contar grandes historias en veinte segundos y eso me parece maravilloso. Mis relatos, fotográficamente hablando, podrían parecerse a la obra de Sophie Call, y un poco a Nan Golding. Pero como fotógrafa, me identifico más con Gisèle Freund, que fotografió a los grandes de la literatura. Tuvo una vida interesante. Viajó mucho. Era culta e independiente. No le interesaba tanto la perfección técnica como la singularidad del rostro humano.
16. ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Tengo una novela casi terminada. Le faltan cinco o seis páginas. Está construida a base de pequeños capítulos (53 hasta el momento), pero no acabo de verle el final. Hace mucho que la tengo aparcada, y mientras tanto voy escribiendo cuentos, que es lo que realmente me hace feliz.
17. Y para acabar, ¿puedes indicarnos algún escritor actual (de novela o relatos, español o extranjero) que a tu juicio esté infravalorado y otro que, también a tu libre juicio, esté sobrevalorado?
No creo que haya autores sobrevalorados, pero sí algunos infravalorados: Ramón J. Sender, Mariano Gistaín, Jesús Moncada (por nombrar sólo a algunos aragoneses).