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Dirección Noche de Cristina Grande

ANA ALCOLEA ESCRIBE SOBRE DIRECCIÓN NOCHE EN ARTES Y LETRAS DE HERALDO DE ARAGÓN

Dirección noche

Cristina Grande, Xordica, 2006

94 páginas

Xordica publica el segundo libro de relatos de la escritora aragonesa Cristina Grande. En 2002 salía a la luz La novia parapente en la misma editorial y con este título asistíamos a la aparición de una nueva voz en el panorama literario en lengua castellana.

Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962) estudió Filología Inglesa y Fotografía. Sus relatos tienen como fondo diferentes centros geográficos: algunos se ambientan en calles zaragozanas, o en pueblos monegrinos, pero otros ocurren en aeropuertos internacionales, y en ciudades europeas como Cascais, Aberdeen, Praga, Burdeos o Berlín. Son retazos de vida. De vida como viaje interior y exterior. Viajes a lugares ajenos a las raíces que favorecen el conocimiento y reconocimiento de la propia insignificancia. O de la propia grandeza, que viene a ser lo mismo. Una suerte de “odisea mística”, por emplear las palabras de Rodrigo Fresán al comentar los relatos del norteamericano John Cheever.

Así vamos asistiendo a anónimas noches de hotel, que en su desnudez descarnada muestran la verdad de la pareja, cuando las langostas se convierten arañas (“Arañas e insectos”), los fracasos (“Voladizo”), a enamoramientos como actos voluntarios desde el camino de vuelta (“Día 13”), a la relación madre hija en la que se invierten todos los términos (“Apotheke”), al paso del tiempo (“Señorita”).

La prosa es directa, de frases breves, sin adjetivos, en la que la aparente sencillez es fruto de una laboriosa depuración lingüística que hunde sus raíces en la esencia misma de la poesía: “Hacía años que no respirábamos tan juntas” , “… el perder mi cabellera de toda la vida, era el único gesto de amor que iba a hacer por ella” o “Cumplir cuarenta años era entrar de lleno en el reino de la confusión con cuatro bolsos vacíos en la mano”. Una economía lingüística y argumental en la línea de los mejores cuentos de Raymond Carver.En este sentido, Dirección noche presenta situaciones cotidianas, sin alharacas de ningún tipo. La vida en clave de comedia, con sentido del humor. La autora huye en estos relatos de los componentes trágicos de las grandes historias que vivimos en cada uno de nuestros instantes. Las miserias de cada día tienen el brillo de la luz que entra por la ventana elegida en cada momento. La lectura de la vida que realiza la voz narradora se aleja de la trascendencia literaturizadora para teñir los episodios vividos con el color del humor, y no con el de la tragedia. Ese humor es muchas veces ácido, inocente, e irreverente al mismo tiempo: “Cuando estaba a punto de correrse dijo mi nombre con voz cavernosa y atribulada, como si él fuera Dios y yo Abraham matando a mi hijo”, en “Día 13”.

Cada relato tiene algo de instantánea fotográfica: muestra una realidad muy trabajada, muy tratada, para la que se escoge un encuadre determinado siempre con profundidad de campo. No hay nada dejado al azar como tampoco hay adornos puramente decorativos.Los relatos son breves, muy breves algunos de ellos. No buscan impactar a través de alambicados juegos laberínticos a lo Borges o a lo Cortázar, sino a través de su compleja sencillez, con finales a veces chuscos, como la vida de cada día.

En la personalísima voz de Cristina Grande hay cabida para el cine, presente en alusiones y en la propia elaboración de las imágenes argumentales; para el arte pop y su tratamiento artístico de lo cotidiano; para la música.Y para la literatura: por las páginas de Dirección noche camina la presencia de Natalia Ginzburg, en esa representación de lo personal como creador de un marco de realidad que se fusiona con la ficción literaria; de los personajes caminantes en el mundo cuentístico y minimalista de Javier Tomeo; del Chejov más expresionista, el de sus relatos casi esperpénticos; de Raymond Carver,

que decía que “es posible, en un poema o en cuento, escribir sobre cosas y objetos comunes y corrientes usando un lenguaje común y corriente pero preciso, en impartirles a esas cosas –una silla, una cortina, un tenedor, una piedra- un poder inmenso, incluso perturbador”. Es lo que consigue Cristina Grande con Dirección noche.

Una literatura directa, desnuda, depurada, sin nieblas ni puestas de sol. Una “odisea” por la vida en estado puro.

A.A.

Reseña aparecida hoy, 23 de febrero en HERALDO DE ARAGÓN

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1 comentario

JAVIER SANCHO -

ME GUSTA LEER LIBROS DE AVENTURAS Y MISTERIOS